Érase Una Vez…en 2005.

Todos sabemos cómo empiezan los cuentos que nos contaban de niños. En la infancia es cuando se instauran los valores fundamentales de las personas. Nuestro entorno familiar es muy importante a la hora de forjar nuestra personalidad. Cuando somos pequeños, la familia y la gente que nos rodea se encargan de introducirnos en un mundo de fantasía que cuando llegamos a una edad razonable esas mismas personas se encargan de destruir. Y un elemento clave son los cuentos. La mayoría de ellos contados bajo forma de películas. La factoría que más daño ha hecho a los hombres y mujeres de las décadas pasadas es Disney, con sus historias de princesas, brujas malvadas y príncipes encantados.

¿Por qué nos engañan de pequeños, cuando la realidad a la que nos someten después es mucho más cruel que los cuentos de hadas? ¿Acaso intentan hacernos vivir en la fantasía de pequeños para que luego nos puedan manipular mejor? ¿Quién no ha quedado frustrado al saber que los príncipes no existen, o que la bruja malvada no siempre acaba mal?

Uno de los principales elementos que aparecen en los cuentos que nos ha transmitido esa empresa es la bruja malvada. Siempre tiene que haber un ser maligno que se encarga de torturar a los buenos y que al final acaba mal. Sino fijaos en la de la sirenita que acaba empalada por el príncipe, la de Blancanieves que si mal no recuerdo la parte un rayo, la de la Bella Durmiente, que también es asesinada por el príncipe. Que viene a ser otro elemento recurrente y que se establece como el liberador.

De ahí se crean dos conceptos básicos que moldean nuestra infancia. Uno de ellos es que si eres chico, tienes que ser un príncipe y cargarte a las brujas que torturan a las doncellas. Pero la cosa no acaba ahí, porque para poder realizar ese cometido tienes que ser un guaperas y además estar cachas para poder llevar la espada tan chula que llevan todos. Una variante del príncipe podría ser el leñador de Caperucita Roja, pero aun así nos encontramos con un espécimen de hombre fuertote (el leñador tiene hacha). Y ya hilando más fino, también está el arma que usan. Siempre es una espada o un hacha o una lanza, es decir símbolos fálicos de grandes proporciones. Vamos que o la tienes grande, eres un chulazo y estas buenísimo, o si no olvídate de ser un príncipe. Bueno, la cosa, dejando de lado la parte machista, tampoco es muy humanitaria que digamos, porque no me gustaría ver un montón de chicos matando brujas a diestro y siniestro, más que nada porque la inquisición ya se ha acabado. Y la discriminación de la mujer está mal vista, sea bruja o no.

Total que ahí viene el segundo concepto que se destaca de los cuentos. Si eres chica, entonces tienes dos opciones, o te conviertes en bruja o en princesa. La elección de la bruja es la que suele ser utilizada por las mujeres progresistas, es decir el de una persona independiente, que sabe arreglárselas por sí sola, que consigue sus objetivos y que triunfa en la vida. Pero claro al final acaba mal. Porque las brujas siempre son malas, hagan lo que hagan son malvadas. Y sino fijaos en la del cuento de Hansel y Grettell. En ese cuento la mujer construye su propia casa de ensueño con sus propias manos y llega un par de críos asquerosos a comérsela, literalmente. Entonces ella se defiende y los castiga, y van ellos y la tiran al horno. O la bruja de la Bella Durmiente, que encima de que le hacen el feo en el bautizo de la princesa Aurora, luego van a por ella. Total que al final consigues todo lo que quieres en la vida y cuando menos te lo esperas llega un chulazo tremendo y te fulmina. Lo único bueno es que el físico no importa, porque así como hay brujas feas, también las hay guapas.

Si eliges ser una princesita tendrás que pasarte la vida puteada a la espera de que llegue alguien a salvarte, torturada por una bruja mala que por lo general es de tu propia familia (¡viva la familia!) y suspiras porque alguien te rescate. Vamos que te conviertes en el ama de casa sumisa que no tiene personalidad y que lo único que sabe hacer es suspirar porque otra persona le dé una vida que no es capaz de conseguir por si sola. Pero que un tío machote sí que le podrá dar. Eso sí, también tienes que ser una chica guapísima, porque si no te adjudican el papel de bruja sin pedir tu opinión.

Pero vamos a ver, ¿es que no hay más elecciones? Porque lo malo es que mucha gente termina creyendo en eso y al final les toca sacarse las castañas del fuego. Por un lado los príncipes que van de rescatadores caen con chicas feministas radicales que les paran los pies porque pasan de los tíos que se las dan y al final terminan traumatizados de tanto rechazo, cuando ellos solo hacen lo que han aprendido de pequeños (eso cuando son guapos y cachas). Luego las brujas hacen sus “fechorías”, es decir que hacen realmente lo que les viene en gana y nunca vendrá nadie a cargárselas (salen ganando, vamos). Y por último, las chicas que han pensado que con casarse con su “príncipe” todo se soluciona, se dan cuenta de que eso es puro cuento y que no solo nadie las ha salvado, sino que se han pasado la vida puteadas para nada. Al final a las pobres les toca buscarse la vida ellas solitas y rescatarse a sí mismas.

Pero en ese caso todo acaba bien, como en los cuentos de hadas. Pero no todo es tan bonito. Uno de los valores que nos inculcan esas historias es que lo importante es lo de dentro. La Bella se enamora de la Bestia por cómo es en el interior. Y también están todos esos príncipes encantados, convertidos en cosas feas (sapos, trolls, jorobados, ogros, etc.) que luego con un beso de su amada se vuelven otra vez unos chulazos. La princesa Cisne deja de serlo cuando su amado la acepta a pesar de ser un poco pajarraca, a la sirenita le pasa lo mismo (en la versión de Disney, claro). Y mi preferida: Blancanieves. El príncipe la resucita de un beso. Porque él la ama profundamente a pesar de que ella sea un cadáver apestoso, y va y la besa igual.

Entonces cuando creces, si no eres un guaperas o una Top Model (o la Barbie), piensas que da lo mismo como seas, porque eres una buena persona, y a pesar de ser feo como un piojo encontrarás el amor de tu vida. Bueno. Los comentarios sobran. Es cierto que el amor es ciego, y que todos lo merecemos y probablemente lo encontremos. Pero eso de que el aspecto no importa es pura mentira, porque si no la industria publicitaria no podría ser tan poderosa como lo es. No venderían tantos productos de belleza, que si anti arrugas, que si reafirmantes, y el bótox no estaría tan de moda. Los gimnasios por su parte estarían en la quiebra porque no se apuntaría nadie (a nadie le gusta la tortura física auto impuesta) y los centros de estética habrían cerrado ya.

Es decir que si tu físico no te ha permitido ser un príncipe, y la “magia” de la publicidad y los productos de belleza tampoco, no pasa nada porque el sapo asqueroso también encuentra a su princesa. Pero eso es un bulo, no que no encuentren el amor, sino que su físico no importe. Crecemos pensando que da igual como seamos por fuera, que la belleza está en el interior, pero entonces nos damos cuenta de que nos discriminan por la apariencia que tengamos, si llevamos el pelo largo, tatuajes, piercings, ropa que no es de marca, somos altos, o bajos o gordos o flacos: siempre nos juzgan por la apariencia. Y lo peor de todo es que esos valores que nos han enseñado, luego los que no lo aplican son aquellas personas responsables de hacernos ver las películas de Disney. Se nos discrimina por el aspecto, porque como dicen “la primera impresión es la que cuenta” y si con eso no has conseguido caer bien olvídate que tendrás éxito en las entrevistas de trabajo, en las demandas de préstamos, en el trato al cliente en las tiendas, etc. Al final el papel que juegues en esa película que es la vida te lo adjudican por tu apariencia. 

Quiero meter aquí un apunte de 2021, mirando este tipo de películas con mucha perspectiva temporal. A día de hoy, la mayoría de estas películas no pasarían el corte de lo que la sociedad tolera o no. Sobre todo los cuentos de Disney, que ya eran terroríficos en su primera versión, pero que al ser edulcorados por la factoría se han convertido en algo que no se tolera hoy en día. La Sirenita es menor de edad, la Bella y la Bestia es un cuento de maltrato de género de libro, nunca mejor dicho, la Cenicienta de abuso de poder y machismo, la Bella Durmiente y Blancanieves son casos de beso sin consentimiento y cosas peores que ya he dicho. Y mejor no sigo porque me cargo este capítulo. Pero me ha resultado interesante revisitarlo y poner un apunte “a pie de página” algo más actual.

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